¿Para qué ir al psicólogo?

para-que-ir-al-psicologoMucha gente dice que ir al psicólogo es cosa de locos, pero la verdadera locura es no hacer nada cuando no estás bien. La inestabilidad emocional no es algo privativo de unos pocos, sino de todos nosotros, dependiendo del momento en el que estemos.

¿Qué hacemos los psicólogos? Los psicólogos no damos recetas mágicas para la vida, pero sí que podemos ayudar a que las personas se entiendan a sí mismos y a que aprendan a tomar sus propias decisiones.

Los psicólogos no podemos predecir  cómo será el futuro de nadie, pero  sí que podemos afirmar que, con  voluntad y sinceridad, se pueden conseguir grandes cambios.  Hay que querer y hay que creer para realizar una terapia seria y productiva.

Un psicólogo no es un amigo, ni un cura, ni un padre. La relación con un terapeuta es la única que busca que tú crezcas adecuadamente porque el psicólogo no tiene un interés especial en que seas de una manera o de otra o te comportes de algún modo especial, sino que seas la mejor versión de ti mismo.

Si tuviera que recomendar a un amigo a qué psicólogo ir, lo primero que le diría es que se asegure que tiene la titulación adecuada para ejercer como terapeuta,  que se sienta cercano a esa persona y  que guarde a rajatabla  el secreto profesional. Los psicólogos debemos salvaguardar tanto la   identidad de los pacientes como el contenido de las sesiones. En nuestra consulta de Tarragona cumplimos absolutamente con todas las obligaciones que establece la Ley de protección de datos.

Hay momentos en la vida en que no necesitas ni consejos, ni buenas intenciones, lo que necesitas en profundizar en ti, conocerte mejor, cambiar, mejorar. Los psicólogos  no podemos garantizar la felicidad, nuestro objetivo es que las personas que acuden a terapia  vivan mejor cada momento, a cada paso, porque la felicidad no es un destino, es una forma de recorrer un camino.

Meditación caminando por la playa

meditacion playaNos situamos en un tramo de playa cerca del  mar en el que podemos andar en línea recta sin ser molestados ni molestar a nadie.

Podemos realizar la siguiente relajación en cualquier lugar, proponemos la playa por ser un lugar que habitualmente relaja a todo el mundo. Si realizamos esta práctica proponemos hacerla con los pies descalzos o con calcetines puesto que cuanto más logremos conectar con las sensaciones corporales más placentera nos resultará.

En un extremo del tramo escogido cerramos los ojos y dejamos que nuestro cuerpo y nuestra mente sientan el simple hecho de estar aquí. Lleva tu atención a la sensación que tienen tus pies con la arena y la fuerza de gravedad que tira hacia abajo tu cuerpo. Nota la sensación del aire en tu cara, en las manos, en el pecho, las piernas, los pies. Escucha los sonidos que te rodean, las olas del mar, las gaviotas, el viento… Observa todo el recorrido de tu respiración, desde la punta de la nariz hasta tu barriga al inspirar y al exhalar.

Abre los ojos y permite que tu vista se sitúe a un metro de distancia más o menos, Observa los colores, las formas, las texturas que tienes a tu alrededor, como si fueras un pintor antes de comenzar un lienzo.

Ahora que estamos en contacto con el momento presente y lo que nos rodea comenzaremos levantando suavemente un pie, prestando atención a la sensación de este acto de levantar un pie, pierna y todo el cuerpo. Despacio iremos moviendo el pie hacia delante  notando las sensaciones que vayan surgiendo al tomar contacto con el suelo. A esta experiencia le pondremos un especial interés, como si fuera la primera vez que caminamos. .

Repetiremos lo mismo con el otro pie a un ritmo que nos sea cómodo, se recomienda que sea un ritmo suave, hasta alcanzar el otro extremo del camino que no habíamos marcado.

Llegados al otro extremo del camino, nos detendremos un momento y prestaremos atención a la sensación de estar quieto, a nuestros pies, al aire, los sonidos y todo lo que vemos desde nuestra posición. Después de unos minutos nos daremos la vuelta y repetiremos la misma acción hasta llegar a donde comenzamos este paseo, siendo plenamente conscientes de los movimientos corporales que realizamos para ello.