Cuando un gato se cae, se deja llevar. Se relaja completamente y aterriza ligeramente sobre el suelo.
Pero si uno de esos gatos cayera de un árbol y de repente pensara que no quiere caer, se pondría tenso y rígido y caería como una bolsa de huesos rotos sobre la tierra.
Por eso, en lugar de vivir en un estado de tensión crónica y agarrarnos a cosas que, en realidad, están cayendo con nosotros porque el mundo es efímero, deberíamos ser como un gato. No resistirnos.