La primera fase en la pareja se llama enamoramiento. Es un estado mental alterado en el cual la realidad es sustituida por una total idealización de la otra persona. No vemos a la otra persona tal como es, sino como anhelamos y esperamos que sea. En esta fase se dispara la producción de ciertas sustancias químicas cerebrales, que generan atracción y un deseo irrefrenable de estar con esa persona. La mayoría de las veces el enamoramiento significa: “Veo poco lo que en realidad eres, y veo mucho lo que en realidad deseo ver”.
Si las personas siguen juntas y su relación progresa surge la segunda fase: la relación. En esta fase descubrimos que el amor no es solamente un sentimiento espontáneo del corazón, sino una elección. Nuestra pareja nos mueve lo suficiente como para elegirla y querer caminar a su lado. Y la relación significa “Ahora ya veo mejor quien eres, pero ya no me mueves tanto”. Ahora ya no nos miramos tanto el uno al otro sino que nos preguntamos hacia dónde miramos conjuntamente. Entonces una relación puede hacerse fuerte y crecer de esta manera.
Un tercer estado es el compromiso. Esta fase se logra cuando la relación creada empieza a tener más fuerza, más peso, tiene prioridad respecto a cualquier pareja anterior, incluso, respecto a sus familias de origen. Entonces ahí, la pareja y la nueva familia, siente que tiene una gran fuerza y se asienta en la vida. La pareja empieza a hacer las cosas de una manera propia, diferente de la manera de la familia de cada uno, y crea una realidad propia.
Hay algunas parejas en las que ese sentimiento amoroso se desarrolla tanto que llegan a la fase de la entrega. Es la fase en la que nos abrimos con respeto a los caminos propios y únicos que al otro le mueven. Nos seguimos amando pese a las dificultades y a lo que el otro acarrea de difícil o de pendiente de sus propios sistemas familiares. Lo amamos en su propio viaje. La entrega significa “Estoy aquí contigo y te quiero y me entrego igual, aun sabiendo que mañana puedes no estar”.